viernes, 7 de marzo de 2025

Poemita de amor

MAR Y CIELO 

Soy más alto que el mar 
y más hondo que el cielo; 
el universo 
me cabe en una idea 
y en los ojos el sol 
y todas las palabras en mi boca. 
Pero a nadie le digas, amor mío, 
que tú no me cabes, 
tú tan pequeña y mía, 
tan pequeña. 

Gorriones de acera, de Jesús Cotta

 

domingo, 2 de marzo de 2025

Pitágoras

PITÁGORAS
                 A mi compañera Blanca Pardo, que en paz descanse 

Todo lo que era igual lo hace diverso 
el número en un orden definido. 
La música sin número es ruido, 
la palabra con número es un verso. 

Luchando contra el caos turbio y perverso 
la proporción imprime su sentido 
que capta nuestro espíritu encendido 
para hacer comprensible lo disperso. 

Mientras el mundo alrededor retumba, 
se afana nuestro cuerpo en recluir 
al alma que lo aparta del placer, 

porque ella es Dios y el cuerpo es una tumba. 
La vida no es un bien, sino un morir. 
La muerte no es un mal, sino un nacer. 
(Jesús Cotta, Menos la luna y yo)

viernes, 28 de febrero de 2025

El sufijo -orro

Si existe “machorra” aplicado a una mujer, ¿por qué no “hembrorro” aplicado a un hombre? Se me ocurre la siguiente explicación: porque el sufijo –orro suena bruto y masculino de por sí, y por eso le cuadra “machorra” a una mujer muy masculina, pero no “hembrorro” a un hombre muy femenino.

 

jueves, 20 de febrero de 2025

Registro de mínimos, de Juan Alcaide Rubio

REGISTRO DE MÍNIMOS, de Juan Alcaide Rubio (Númenor) 

He disfrutado mucho leyendo el primer poemario de Juan Alcaide Rubio. Es la poesía de un hombre hecho al campo, a la luz, a los pájaros, a la gratitud. Se nota que ha nacido poeta (Nascuntur poetae, fiunt oratores). No desafina ni una sola vez y sigue la estela de los grandes, como el Cisne de Fontiveros y Gustavo Adolfo Bécquer. Precisamente el poema «La escala» tiene la misma estructura métrica que el célebre «Yo sé un himno gigante y extraño/ que anuncia en la noche del alba una aurora»: una alternancia de decasílabo con acento en la tercera y sexta sílaba y de dodecasílabo con acento en la quinta, octava y undécima sílaba; el resultado es un ritmo complejo, pero envolvente y refinado que los pocos poetas que lo conocen suelen evitar porque les suena demasiado a Bécquer; sólo un poeta con oficio e inspiración logra salir indemne de la prueba, como es el caso de Alcaide Rubio, que ha escrito un estupendo poema que no suena a Bécquer, sino a él. 

Poemas como el Obsequio, Misterio, Buenos días, Madrugada, Leona de campiña, Noche extraña, Aprende a silbar… son suficientes árboles para decir que Juan Alcaide ha escrito un primer buen libro. Pero hay un poema magistral, «Verdón», que echa a volar todo el libro. Yo soy amigo de todos los poemas donde salen pájaros y me habría encantado escribir ese poema. Un pájaro es un chispazo de misterio y de belleza que cuando trina nos deja con unas ganas tremendas de traducirlo, pero luego se nos va volando y por eso nos cuesta tanto decir algo que no sea sólo el nombre del pájaro y su color y el momento sagrado que nos ha regalado; pero Juan Alcaide ha dicho todo lo que tenía que decirse de ese verdón. Para eso está la poesía, para que una criatura pequeña tan grande como el verdón siga cantando para siempre en un poema. 

EL VERDÓN 
Todos hablan resueltos. 
Un poco por encima de la charla, 
leves astros de oro parpadean. 

Has llegado, verdón, como lo hacías
cuando este patio limpio 
aún era un viejo huerto en el albero 
y el limón aromaba las terrazas. 
He intentado seguir tu vuelo verde, 
descifrar el metálico silbido 
y distinguir si fisgas o cortejas, 
pero es lento mi oído y te me escapas… 

Dejo anotado al menos 
que has pintado en el aire con tus dedos 
esmeraldas –fugaz lienzo del tiempo- 
y has vertido en migajas cuatro notas 
llevándote en tus hombros amarillos 
la luz de media tarde. 

Al regresar al patio, siguen todos 
hablando 
como si no existieras.

martes, 11 de febrero de 2025

Pusilánime, enclenque, tiquismiquis

Hoy una alumna me ha enseñado su cuaderno de palabras bonitas. Es un librito en blanco, de pasta dura, donde ella va anotando las palabras que lo merecen. Tenía anotadas sólo dos por el momento: pusilánime y enclenque. Había escogido, sin darse cuenta, dos palabras complementarias: la primera significa escaso de ánimo y la otra escaso de carnes. Las dos palabras la habían llamado a ella para que las apuntase. Le dije que tenía alma de filóloga y, añado ahora, de poeta, pues sólo los poetas tratan a las palabras como a las cosas mismas. Y le sugerí una nueva palabra: tiquismiquis. ¡Esas íes tan pusilánimes y enclenques qué bien se prestan para los puntillismos y naderías! Si dijéramos tocosmocos no podría significar lo mismo.